Los grupos de los más mayores de COMFYA disfrutan de sus primeros día en el Camino de Santiago.

Por Comunicación

Crónica de la primera etapa.

Tras la llegada a Samos nos instalamos en el albergue Val de Samos, un lugar privilegiado donde contemplar la vista del monasterio de San Julián. Antes de irnos a dormir se dieron las indicaciones organizativas y tuvimos nuestros primeros momentos de grupo y celebración.

El despertador sonó a las 6:30 de la mañana y el primer grupo se puso en marcha para preparar el desayuno. Tras entonar la canción del peregrino y hacer un pequeño calentamiento iniciábamos esta primera etapa preámbulo de unos 16 kilómetros de distancia que nos conduciría hasta Sarria. El recorrido transcurre entre maizales y una espesa vegetación. Una neblina sutil nos acompañó prácticamente hasta la finalización de la etapa. El trayecto no tiene muchos desniveles y eso facilitó que los chicos pudieran hacer el recorrido a un buen ritmo (en unas tres horas). La llegada a Sarria nos condujo hasta el monasterio de la Magdalena donde se encontraba el albergue. El almuerzo sirvió para recuperar las fuerzas. Tras este almuerzo el reparto de habitaciones, las duchas, las primeras lavadoras… Y tras la comida un momento de reposo personal que vino muy bien a muchos. A las 17:30 se reanudaron las actividades con un pequeño momento de grupo y a las 19 horas los que quisieron participaron de una eucaristía en una parroquia cercana a la abadía.

A las 21 horas se sirvió la cena (salchichas, ensalada y fruta) y tras la cena el merecido descanso que nos conducirá a la siguiente etapa del camino: Portomarín.

Pasada la noche, decidimos adelantarnos a la salida del sol levantándonos a las 5:30. Tras preparar la mochila, y con algo de sueño, bajamos todos a desayunar para recoger fuerzas y prepararnos para la siguiente etapa. Para ello, hemos seguido con la dinámica de cargos, por lo que los diferentes grupos han sido los responsables de preparar el desayuno y asegurarse de que el albergue quede totalmente limpio, tal y como nos lo hemos encontrado.

Una vez que todos hemos cogido fuerzas, tal y como marca nuestro estilo propio, hemos escuchado los buenos días preparados por los animadores del camino, los cuales han sido seguidos por la canción del peregrino y de un pequeño calentamiento con el objetivo de preparar nuestros cuerpos para afrontar la siguiente etapa del camino. Caminando junto a otros muchos peregrinos, hemos podido disfrutar de paisajes repletos de vacas y una increíble y frondosa vegetación que han caracterizado estos más de 22 kilómetros. Todo ello, al amparo de una agradable neblina que nos ha permitido poder disfrutar de la ruta sin pasar calor. Tras varias horas de caminata, nos encontramos con unas sorprendentes vistas del rio Miño siendo atravesado por un gran puente que nos conducía directamente a nuestro destino, el pueblo de Portomarín.

Una vez en nuestro destino, hemos comido ensalada de pasta, pechuga de pollo y un helado. A las 17:30 siguiendo con nuestra rutina diaria dedicamos un rato para la reflexión en el momento de grupos.

¡Nuestra historia continúa!

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